La ejecución de Carlos Manzo conmocionó a todo el país. La noticia sacudió a Michoacán y reveló una vez más el complejo panorama de la violencia en Michoacán, donde el crimen organizado sigue imponiendo sus propias leyes. El alcalde de Uruapan fue asesinado mientras convivía con su gente, en una noche que debía ser de fiesta, pero terminó marcada por la tragedia y el miedo.

Una Noche Que Se Convirtió En Tragedia
El primero de noviembre de 2025 quedó grabado en la memoria colectiva. Mientras la ciudad celebraba la tradicional Fiesta de las Velas, Carlos Manzo caminaba entre los asistentes con su hijo, encendiendo la llama simbólica del evento. Era un momento de unión y orgullo local, hasta que las ráfagas de fuego rompieron la calma. El ataque fue tan rápido como brutal. El alcalde de Uruapan cayó sin poder ser auxiliado, y la celebración se transformó en pánico.
La violencia en Michoacán alcanzó un nuevo nivel de crudeza. Manzo había pedido ayuda al Gobierno federal tras advertir sobre el avance del crimen organizado en la región. Sin embargo, sus peticiones fueron ignoradas. La respuesta llegó tarde, cuando las balas ya habían hablado. Su muerte se convirtió en un símbolo de la fragilidad del Estado frente a los grupos delictivos.
La presidenta Claudia Sheinbaum tardó más de 12 horas en pronunciarse sobre el crimen. Para muchos, su silencio reflejó una falta de empatía y una preocupante desconexión con la realidad de las comunidades más golpeadas por el crimen organizado. En contraste, autoridades internacionales lamentaron el asesinato de Carlos Manzo incluso antes que el propio gobierno federal.
Carlos Manzo Se Enfrentó Al Crimen Organizado
Desde que asumió el cargo, Carlos Manzo se propuso cambiar la narrativa en Uruapan. Prometió gobernar sin pactar con el crimen organizado, y esa decisión marcó su destino. En una tierra donde los cárteles controlan precios, rutas y negocios, sus palabras sonaron como una provocación. El alcalde de Uruapan decidió patrullar las calles con chaleco antibalas y recorrer las zonas rurales acompañado por elementos de seguridad. Sabía que el peligro era real, pero no cedió.
Pese a su determinación, la violencia en Michoacán lo rodeaba. Los cárteles, acostumbrados a operar con total impunidad, no toleraron su desafío. Su liderazgo incomodó tanto a criminales como a autoridades pasivas. Lo que ocurrió en la Fiesta de las Velas fue más que un atentado: fue un mensaje dirigido a todos los funcionarios que se atrevan a romper el pacto tácito con el poder del narco.
El asesinato del alcalde de Uruapan también reveló la incapacidad del Estado para proteger a quienes luchan por un cambio. Aunque se dijo que contaba con protección federal, no había un solo agente visible al momento del ataque. Su ejecución pública fue la muestra más cruda del abandono institucional.

Impunidad Y Abandono En Tierra De Nadie
En Michoacán, el asesinato de Carlos Manzo no fue un hecho aislado. Entre 2018 y 2025, más de una docena de alcaldes fueron ejecutados en circunstancias similares. La violencia en Michoacán se ha normalizado al punto de volverse parte del paisaje. Los grupos armados continúan operando con total libertad, mientras las autoridades se limitan a emitir comunicados y a prometer justicia que nunca llega.
El crimen organizado ha sabido aprovechar el vacío de poder. Las instituciones locales y federales se encuentran rebasadas, y la coordinación entre ambos niveles de gobierno es casi inexistente. En este contexto, la muerte del alcalde de Uruapan refuerza la percepción de que el Estado mexicano perdió el control en muchas regiones del país.
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